martes, 19 de mayo de 2009
Margaritas a los puercos
El tiempo....ese bien tan preciado y tan escaso, que con demasiada frecuencia dejamos escapar, malgastándolo en tareas nada reconfortantes o con semejantes a los que sinceramente, no nos asemejamos.
Tenemos la suerte de que al nacer nadie nos entrega nuestro reloj de arena, sino que un buen día el segador, con sus azules y brillantes pupilas viene y nos dice MUY BUENAS, DEJA LO QUE ESTÉS HACIENDO, QUE YA NO TIENE IMPORTANCIA.
La cuestión es que cada minuto de la vida deberíamos apreciarlo, valorarlo y darle un buen uso, como pepitas de oro, como pequeños diamantes, como preciadas monedas de plata...pero la verdad es que lo desperdiciamos como quien deja un grifo abierto. Lo derrochamos sin sentido y sin mesura.
Me refiero a esos minutos, horas y días desperdiciados en aquellos que no lo merecen. Esas personas a los que yo llamo cronófagos que acaparan tu vida y tu tiempo con sus problemas, aquellos que con su presencia física o con la preocupación que generan son capaces de consumir el tiempo ajeno como la llama consume el papel.
He decidido que mi tiempo es más valioso que el de otros, por lo que intentaré ceder la menor parte de este, y en lugar de adaptarme a otros, que sean otros los que se adapten a mi.
El camino es largo y las flores crecen alrededor de quien se molesta en sembrarlas. Ya está bien de dar semillas, podar el jardin ajeno y velar porque las plantas den su fruto.
Que cada quien decida si quiere sembrar espinos o margaritas. Y no vale lamentarse como la cigarra cuando llegue el invierno. Porque lo peor es que en muchas ocasiones, descubres que a ti sólo te enseñan su tierra baldía, la mala tierra que por desgracia les ha tocado...y mientras tú te esfuerzas en que esa tierra produzca, en un rincón escondido, ellos recogen sus frutos.
Ya está bien de intentar arar el campo ajeno, ya está bien de penar por las malas cosechas de otros, ya está bien de invertir en aquello que no produce.
Que cada cual cuide de su huerto, que yo con afán me dedicaré al mío. Y a partir de ahora el que quiera encontrarme que me busque entre mis bancales.
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