lunes, 2 de agosto de 2010

Una moneda por tus pensamientos

Una moneda por tus pensamientos.

¿Sólo una moneda? te respondí.

Dime tú cuánto crees que valen.

Valen lo que el último grano en un reloj de arena. Valen lo que perdiste aquel día cuando llegaste tarde y ya me había marchado. Pueden valer una vida entera.

Y si quisiera comprarlos ¿me los venderías?

No se puede vender un pensamiento a menos que estés dispuesto a darlo todo por él.

Pero quiero ese pensamiento, así que dime cuánto he de pagarte.

¿Pagarías lo que te pidiera?

Pagaría eso y más.

Pues debes saber que el precio es alto.

Pero espero que la recompensa sea mayor.

Pues disponte a escuchar y págame después. Pienso que la suerte no sobra en estos días. Pienso que hay quien vela por ti y se desvela por tu cariño. Hay quien no tiene más horizonte que tus ojos ni más esperanza que tu futuro. Hay quien desea aprender, pero aún no lo sabe. Hay quien respira por ti y sin ti le falta el aire. Hay quien sin ti, tal vez estaría mejor que contigo, pero tuvo la suerte o la desdicha de encontrar su llave en tus manos.

Y bien, ya conozco tu pensamiento, ¿cuánto he de pagar por él?

Pues págame a través de las manos de otra. Págame en sonrisas y en afectos, págame en enseñanzas, en puestas de sol y en noches de vino y rosas. Págame en caricias, en palabras dulces y en abrazos de fuego, págame en miradas, de esas que ven el alma y el pensamiento. Págame en promesas y en hechos.

Págame en verte feliz y ver los sueños de ella cumplidos y así sabré que mereció la pena contarte mis pensamientos.