martes, 11 de agosto de 2009

De ruinas profanadas por gentiles



El sol se pone en el mirador de San Nicolás y poco a poco las luces de la ciudad van prendiendo como antorchas en la noche.
El viento refresca las castigadas losas de la carrera del Darro mientras una suave música asciende desde un carmen del Albaicín.
Huele a damas de noche, a jazmines y rosas.
Cierro los ojos y mi alma se estremece al recordar el esplendor pasado.
Recuerdo con añoranza las celosías, el rumor de las fuentes, los muros encalados, los tapices y brocados, el cambio de la guardia, la llamada a la oración y el olor de los arrayanes.
Siglos han pasado y mi espíritu aún está impregnado de recuerdos, de momentos, de sonidos.
No quedan sino ruinas profanadas por gentiles que no miran más allá de lo evidente.
Mi alma se aturde y se estremece al contemplar lo que nadie ve, al recordar lo que los demás hace tiempo que olvidaron, al sentir como los siglos y el viento han arañado el antiguo esplendor de mi casa.
Sólo tengo que cerrar los ojos para sentir las frías losas bajo mis pies, para escuchar el roce de las sedas con cada uno de mis pasos, el tacto de las piedras en mis manos, los olores, los sonidos, los colores de otra época.
Mi casa estuvo aquí, y aquí permanece una parte de mí,
la que se emociona,
la que recuerda y siente,
la que ve en las ruinas de hoy el esplendor del ayer.

2 comentarios:

mirifice dijo...

Que bonitoporfavor!!!!!!
Me encanta como has descrito esa sensacion de rememorar siluetas de una vida cotidiana ya pasada.
Es la energia que acumulan las piedras dormidas, para que, con un poco de concentracion, las mentes abiertas revivan los pasos perdidos...
me ha encantado!!!!!
Un besote!
Eva

Drizzle Eversmile dijo...

Las piedras tienen memoria y yo creo que los genes tambien.